A veces pensamos que el cáncer de la fiesta
taurina está en aquellas personas que nos consideran asesinos o seres
endemoniados. Pues he llegado a la conclusión que los auténticos enemigos los
tenemos adentro. Me refiero a estos “nuevos empresarios taurinos” que no han
visto un toro en su vida, y que quieren lucrase con el bolsillo de muchas
criaturas inocentes a base de verdaderos “sablazos”.
Y esto que acabo de comentar me viene de
“perlas” para explicar el “montaje” que vi, este año, en el pueblo de mi familia
al que tanto afecto le tengo. Una empresa (que desconocía su identidad), por
llamarla de cualquier forma, se encargó de organizar los festejos taurinos del
pueblo (una novillada sin caballos y tres sueltas de vacas por las calles). Como
estamos en época de recortes presupuestarios, al consistorio les sonrió la
suerte porque se topó con unos señores estupendos que les iban a dar la feria
por una cuarta parte de lo que habían dado de subvención en años anteriores.
A simple vista, y desde una perspectiva
ahorrativa, el plan parecía estupendo. Pero, como siempre suele pasar, no solo
hay que resaltar lo visible, también hay que leer la letra pequeña de las
cosas. Y eso tenía toda la pinta de ser un auténtico “montaje”. Os puedo contar
un montón de cosas que pude apreciar. En cuanto a la organización, los carteles
de la feria salieron a la luz cuatro días antes del comienzo de la misma y solo se divulgaron
por las calles del pueblo, no anunciándolos en otras localidades de los
alrededores; las entradas que se vendieron en taquilla no reflejaron el importe
de la localidad correspondiente; al personal de plaza no se les pagó sus
honorarios, como tampoco se les abonó la cantidad acordada a los mulilleros; el
festejó comenzó con retraso debido a que el personal médico se negó a autorizar
el uso de su equipo por cuestiones económicas; hubo toreros que se vistieron de
luces y no se les rellenó el boletín de la Seguridad Social…en fin, para contar
siete tomos seguidos.
No quiero cargar toda la dureza de este
artículo con estos señores, en particular, también desearía dirigirme y
compartirlo a todos aquellos que siguen esa misma filosofía de vida y que, por
su mal comportamiento, hacen que la fiesta de los toros vaya decreciendo por
culpa de estos “montajes”. Todos estos deberían de tomar ejemplo de otros
tantos, que por el contrario, aman la profesión y, por encima de todo, al toro
bravo. Se de amigos que se dedican de pleno y con trabajo y dedicación, pero no
quiero nombrarlos porque no me gustaría dejarme a nadie en el tintero.
En cuanto a los novilleros y,
especialmente, a los que están empiezando, tengo que decir que ser torero es
una de las profesiones más difíciles que existen -por no decir la más complicada
del mundo- y que son muchos los llamados y pocos los elegidos. Comprendo que la
situación está difícil y son pocas las puertas que se abren para un triunfo,
pero ello no quita que uno tenga que prostituirse a sus ideas, -para poder conseguir
una meta-, y tener que dejarse llevar por esta mafia. Hay que seguir un camino
y en ese hay que forjarse como torero y, por supuesto, como persona. Por cierto,
el pueblo que os hablé antes se llama Cortes
de la Frontera…
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